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COSOBERANIA PARA OLIVENZA

Olivenza y los Nacionalismos Españoles

Acompaño, con interés, la evolución del debate territorial en España. Como portugués no puedo dejar de comprender las aspiraciones nacionales de vascos, catalanes y gallegos. Sencillamente Portugal, la nación más antigua de Europa, es la prueba que la unidad política – predeterminada – de la Hispania no pasa de un mito.

Hoy, Luíz Suáres Fernandez, miembro de la Real Academia Española, escribe un interesante artículo, en el periódico “ABC”, sobre la Nación Española. Habla de la unidad intemporal de la Hispania, de  cuyo actual Estado español es el único heredero moderno.

Todos los que conocen un poco de la historia de la Península saben que la argumentación del Sr. Luiz Fernandez es falsa.

La Hispania Romana nunca existió como unidad administrativa: las diferentes provincias romanas de la Península no poseían cualquier coordinación o integración político-administrativa.

Durante gran parte del dominio visigodo – un reino que no era meramente peninsular – la Península Ibérica no estuvo unificada políticamente. El Reino Suevo mantuvo su independencia hasta el final del siglo VI y, en el Sur de la Península, los bizantinos mantuvieron algunos dominios hasta el siglo VII. La mítica unidad peninsular del periodo visigodo se resume, así, a menos de un siglo.

El mismo se podría decir acerca del Al-Andalus – sujeto, desde su nacimiento, a las fuerzas centrífugas internas y a la oposición de los crecientes dominios cristianos del Norte – y de la historia Moderna y Contemporánea de la Península (con excepción del periodo comprendido entre 1580 y 1640).

La pluralidad política y administrativa peninsular es la regla, siendo la unidad una excepción brevísima en la milenaria historia de la Península Ibérica.

Curiosamente Luíz Fernandez no refiere, una única vez, Portugal. Por sí sólo, la simple existencia de un Estado Portugués independiente representa la suprema prueba de que la postulación dogmática de la unidad política de la Hispania es falsa.

Este discurso y análisis histórico – fácil de desmontar – presta un malo servicio al Estado Español, una vez que transmite la idea de que el concepto de la unidad Española asienta en mitos históricos (exactamente la crítica que muchos hacen a los nacionalismos vasco, catalán y gallego).

Para mí, una España federal, con cuatro lenguas nacionales – a imagen de Suiza – manteniendo instrumentos federales de coordinación política y económica, me parece la solución más cuerda para todos. Con acceso a instrumentos de afirmación estatal, poderse-iba persuadir catalanes, vascos y - en mucho menor medida – gallegos, a que permanezcan en un Estado que posee un inmenso potencial económico y político.

Además de eso, debe ser preocupante pensar – para gran parte de la fortísima clase media catalana y vasca – que grupos políticos tan extremistas como Batasuna o la Esquerra Republicana de Catalunya puedan acceder al poder en un contexto político casi revolucionario.

Aún en el caso de una eventual independencia de Cataluña y de Euskadi no se resolvería la cuestión nacional en el Estado Español. En ese escenario, Navarra, Valencia, Baleares y Galicia serían, probablemente, las nuevas zonas de tensión.

Del punto de vista geopolítico una eventual secesión española tendría consecuencias inmensas y, literalmente, incontrolables. Las nacionalidades históricas con lengua propia suman un 40% del PIB del Estado español. Su amputación del Estado español introduciría, complejos y amplios, factores de desestabilización macroeconómica en el mercado ibérico. Es difícil antever la naturaleza y dimensión del cambio.

A pesar de la dimensión del cambio – y de todas las incertidumbres e inestabilidad que provocará – mi opinión es que Cataluña y Euskadi optarán, a medio plazo, por la independencia política.

El modelo que propongo para Olivenza tiene mucho a ver con el análisis moderado que hago de las luchas de afirmación nacional. Considero que pueden coexistir varias identidades culturales en las sociedades y en los individuos. Que el aplastamiento de una parte de las tradiciones – y de la lengua – de un pueblo en detrimento de otra es un error y un crimen contra la civilización.

En ese sentido me parece, por ejemplo, que la política lingüística de Cataluña es un error, en la medida en que no suministra los instrumentos necesarios para fornecer a los niños catalanes óptimos niveles de conocimiento y uso del castellano (una lengua de enorme importancia económica y cultural).

El aplastamiento del portugués en Olivenza (por negligencia y motivos políticos) es – en la misma medida – un error. La propuesta de cosoberania para Olivenza significa la adopción de una solución pragmática e inteligente. Significa no abdicar de nada. Significa juntar todas las ventajas – culturales y económicas – de las conexiones históricas a Portugal y a España.

Los nacionalismos – y sus excesos – conducen, muchas veces, a limpiezas étnicas y lingüísticas. La propuesta de cosoberania es una propuesta válida para todos aquellos que creen en la identidad, en el pluralismo y en el diálogo.

En este sentido el camino que escogemos para Olivenza es diferente – muy diferente – del dogmatismo de los nacionalistas exacerbados que dominan la actualidad política española. En nuestro modelo nadie está de más, nadie es menos legítimo, nadie es menos importante.

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